miércoles, 19 de agosto de 2020

Dos años después

Este poster me lo compré para subirme el ánimo. Pues el mar caribe siempre me alegra.
Este póster lo compré para subirme el ánimo.
El mar caribe pone feliz a cualquiera.

"Superwoman" un nombre que ahora es antónimo de este blog. Me gustaría ser esa "Superwoman" que en algún momento creí ser. Con mi intento de ser una blogger de viajes. La verdad es que he viajado más de lo que en verdad he publicado. La mayoría de veces me ganó la flojera y el agotamiento que uno experimenta al llegar a casa después de viajar. Literalmente, siempre necesitaba vacaciones para recuperarme de mis vacaciones. 

Hoy, 19 de agosto de 2020, hago mi primera publicación que no es de viajes. Hoy ya no vivo en mi amada patria, Perú; ahora vivo en una ciudad llamada Laurel, que al comienzo creí que sería una ciudad llena de árboles de Laurel. Genial, podría cocinar harta pasta sin necesitar mis básicas "hojas de laurel". Obviamente, me equivoqué. Acá solo hay pinos y otros árboles típicos de Maryland (Laurel es una ciudad del Estado de Maryland, Estados Unidos). 

Entonces, ¿De qué coños escribiré? 

Por la pandemia del COVID-19 ya no viajo (y eso que mi esposo trabaja para una aerolínea y tenemos los pasajes casi gratis), así que no puedo escribir de viajes, al menos que sean imaginarios.

Con este post quiero decirle, por el momento, "hasta luego" a mi blog de viajes y a aquella "Superwoman". Ahora, escribiré de la nueva Diana. Una que no me gusta, pero que ahora es parte de mi y estoy trabajando en deshacerme de ella. Una Diana con problemas de depresión.

Ya no escribiré para otros. Ahora escribiré para mi. Para curarme. Para darme una terapia. Soy periodista. Así que voy a sacarle provecho. 

¿Sufres de depresión? Entonces no me leas.

Todo empezó aproximadamente hace dos años. Todo me dolía. Haste el cabello. Y como soy hipocondríaca, creí lo peor. Me hicieron exámenes y me vieron decenas de médicos. Todos concluían que no tenía nada. Entonces, ¿Por qué tanto dolor? 

Masajes, pastillas, dietas, ejercicios, hasta meditación fueron algunas de las cosas que intenté para sentirme mejor. No funcionó, por lo menos, no por mucho tiempo.

Luego, me diagnosticaron una posible fibromialgia. Era la primera vez, en mis 33 años, que escuchaba esa palabra. Como era de suponerse, empecé a averiguar al respecto. El resultado fue peor. Resulta que es una serie de malestares y dolores en todo el cuerpo sin razón aparente. Y la única solución es aprender a vivir con ella. ¡Mierda! ¿Cómo aprender a vivir con el dolor? Es como aprender a vivir con un esposo que te pega.

Pero eso no era todo. También fue diagnosticada con depresión severa y ansiedad. Muchos dirán, "¡Ay, que exagerada, debería estar agradecida de no tener una enfermedad mortal como el cáncer o algo así!". Y sí, si estoy agradecida, muy dentro de mi. Pues la depresión no me deja estar plenamente feliz al recibir buenas noticias. 

Todo esto me recuerda a la antigua Diana. Una que escuchaba a algún amigo hablar de sus problemas de depresión, y pensar, "¡qué cojudez!", pero igual los oía porque eran mis amigos. Y eso me pasa ahora a mí. Como castigo divino por ser yo la cojuda.

El problema con la depresión, es que en algún momento logra controlarte. Toma poder sobre uno y es ahí cuando te sientes perdida.

En mi caso, mi depresión empezó cuando me casé. Entonces, ¿por qué no me divorcio? Ahhh...., es que el problema no es mi esposo. El problema fue el cambio de vida. Me casé a los 33 años con mi novio de más de 10 años. Nuestra relación a distancia es otra historia para otro post. 

Mi esposo siempre ha vivido en los Estados Unidos y yo en Perú. Cuando nos casamos, él ya había dejado en claro que no quería vivir en Perú. Así, que yo tuve que irme a Estados Unidos. Así fue. Ahora escribo desde este país lleno de prejuicios, racismo, clasismo, consumismo, etc., etc., ... ¿Olvidé mencionar que también me convertí en una persona negativa?

Ayer tuve cita con mi doctor para que me diera mis resultados de los exámenes que le pedí que me mandará a hacer para descartar que me estaba muriendo. Todo está bien otra vez. Debería estar feliz. Lo sé; qué mal agradecida soy. Mi problema ahora es; sí estoy bien físicamente, entonces, mi problema está en mi cabeza.

¿Cómo se cura uno de una enfermedad mental? 

¿Con pastillas? ¿visitas al psicólogo? Bueno, las pastillas, ya lo intenté. Con todas me va bien hasta que se me acaban. La recaída siempre es peor. El cuerpo es maravilloso. Cuando sabe que algo le falta, patalea con todos sus fuerzas para que le des lo que quiere. En mi caso, las benditas pastillas para la depresión que son como droga. Si pueden, evítenlas.

Nunca tuve adicciones, pero creo que las personas drogadictas deben sentirse igual cuando están en proceso de desintoxicación. Tiemblas, sudas, piensas que vas a morir, lloras por nada, todo duele, tienes nudos en la garganta, palpitaciones en el pecho, sientes que te están acuchillando en todo el cuerpo, hasta puedes sentir como penetra cada sable en tu carne, tan rápido que casi no tienes tiempo de darte cuenta.  

Hoy, ya no tomo más antidepresivos (Lorazepam, sulpirida, escitalopram, etc.). Hoy mi cuerpo está desintoxicado. Ahora cuento los días que llevo sin llorar sin razón. Y trato de celebrarlos. Sé que muchos necesitan los medicamentos, pero si pudieran dejarlos sería aún mejor, pues esas pastillas son muy adictivas. 

¿Psicólogo? Lo intenté también. Claro, en Perú, dónde la sesión de una hora me costaba entre $15 a $20. En mi nuevo hogar, la sesión no baja de $200. Con el alto costo de la salud en los Estados Unidos, prefiero volverme loca. 

Bueno, para terminar, quiero dejar claras mis intenciones con estos posts. La primera es ayudarme a mí misma como lo dije al comienzo. Y la segunda, es poder ayudar a otros a no sentirse solos. Como aún me siento yo a veces. 

Kuélap: El Machu Picchu del Amazonas

Kuélap es una ciudadela en ruinas de la época preinca construida por la cultura Chachapoyas, en el departamento de Amazonas, Perú.

Aunque no es tan famosa como Machu Picchu su belleza y grandiosidad es similar. Lo bueno de este lugar es que nunca hay muchos turistas y uno puedo caminar a sus anchas por todas las ruinas. Eso sí, hay que tener mucho cuidado, pues Kuélap es una fortaleza ubicada en la cima de una montaña, eso quiere decir que por todos lados hay abismos. Un paso en falso y adiós.